El caballo Losino, también conocido como “Caballo de las Merindades”, es una raza equina autóctona de la Península Ibérica, de pequeño tamaño y de enorme valor histórico, genético y cultural. Sus orígenes se remontan a la prehistoria en el norte ibérico: la evidencia arqueológica y las pinturas rupestres demuestran que caballos de este tipo habitaban las montañas cantábricas desde el Paleolítico.

La raza Losina forma parte del antiguo “Tronco Celta” de ponis cantábricos –un grupo de pequeñas razas atlánticas que incluye al Asturcón asturiano, la Pottoka vasca o la Jaca Navarra, entre otras– cuyos ejemplares poblaron durante milenios la cornisa cantábrica y Pirenaica sin grandes cambios. En la comarca burgalesa de Las Merindades, estos caballos llevan miles de años viviendo en semilibertad, plenamente integrados en el paisaje y en la vida local. Aunque su nombre actual proviene del Valle de Losa, esta raza siempre ha sido un patrimonio compartido de toda la región de Las Merindades, no exclusivamente de dicho valle.

Domesticado hace unos 4.000 años, el losino ha acompañado al ser humano desde tiempos remotos: sus siluetas aparecen en el arte rupestre paleolítico, los historiadores romanos ya alababan a los pequeños caballos cántabros por su fortaleza, y en la Edad Media los losinos llevaron a los repobladores castellanos durante la Reconquista, además de servir durante siglos como animales de labor en el campo.

En épocas más recientes, la mecanización agrícola, los cruces con otras razas y su explotación para carne mermaron la población losina hasta colocarla al borde de la extinción en el siglo XX.

Actualmente, el caballo Losino es una raza protegida catalogada como raza amenazada de riesgo alto, con apenas unos pocos cientos de ejemplares puros. Su conservación resulta vital para preservar un legado genético único –fruto de milenios de evolución natural–, así como un símbolo vivo de la historia y la cultura de Las Merindades.